29.10.07

Cadena del Water

Más o menos por el año 85/86 yo pasaba mis días en el instituto y bueno, ¿alguien se acuerda de eso que llamaron el Nuevo Rock Americano? Ya sabes, los Long Ryders, Los Lobos, REM, Del Fuegos,... aquello para mí era el no va más. Aparte de gustarme su música, me separaba un poco de todos aquellos engendros que se dieron en esa rara década. Ahorraba, me iba a la tienda de discos y me compraba uno que no tardaba en triturar. Pero también estaba la radio. Por aquel entonces podías poner el dial y encontrarte con sorpresas. A mí la que más me gustaba era la Cadena del Water. Por las mañanas había un tal Jaime que me descubrió que lo que me gustaba tan sólo era una vuelta de tuerca más en aquellos sonidos que se gestaron a finales de los sesenta. Descubrí el rock sureño, el country rock, y sobre todo la forma de evocadora forma de contarlo. Bueno aquella emisora la cerró el Estado y no les volví a escuchar. Me quedé por la zona de Georgia (mejor dicho, de Macon, Georgia) y tuve que buscarme la vida por allí. Pasé por el Mississippi y después al norte por la 61. Trenes, autostop, moteles...hasta que llegué a California. Pasé un tiempo en la Honda con Kesey y los Angeles y monté en Furthur hasta la frontera. Fui de un lado para otro, de Tuscon a Tucumcari y un día paré. Y al cabo de veinte años le encontré. En terreno fronterizo, a las afueras de Mexicali, mientras esperaba que me dieran de comer en la cantina ,oí su voz. Miré a la barra, y no le reconocí por que no le había visto nunca. Pero su voz no me confundió. Era él. Caminé hacia la barra y metí la mano debajo del poncho. Antes de sacarla, tenía un cañón de revolver junto a mi mejilla. “Sube esas manos”-me dijo. Y me arrancó de un zarpazo la descolorida y rota cassette, ya sin caja: “Cadena del Water. Especial Flying Burrito. Jaime” murmuró. Bajó el arma sonriendo e hizo un gesto al cantinero, que puso enseguida un vaso al lado del suyo, llenado ambos. Me senté con él y bebimos y hablamos. Hablamos de música, música, nunca demasiada música. Y de la soledad del country rocker, que es más absoluta que la del corredor de fondo. Pasado largo rato me comentó: “Eh, tienes buena letra. Toma y escribe”, y sacando de su zurrón un trozo de cartón, lo desdobló y lo puso a mi lado con un rotulador de brocha. Que cabrón, no tenía coche, y encima le buscaban en el norte. Salimos de la cantina y mientras se sentaba a fumar en la cuneta, me puse a esperar a que algún camión recojiera a dos gringos locos. Negras letras en el cartón: “TIJUANA”. Le miré de nuevo, con el sombrero de paja y el cigarro consumido, y después ví el cielo. Aquel sol nos iba a derretir en unas pocas horas, joder yo iba para el norte, y que más da.
Cuando dirigí la vista al horizonte sólo pude ver aquellas lenguas móviles, espejos de fuego humeantes que formaba el maldito asfalto en aquella abandonada Carretera Sin Fin.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola chicos, mis felicitaciones.
A ver si nos vemos pronto

¡¡ Hasta los huevos !!

Javi

Anónimo dijo...

Un relato de pelicula,
genial,

Nevada

BolaOcho dijo...

Muchas gracias dementes, se agradecen vuestras palabras de ánimo.

Ya sábeis que para lo que queráis.

Hasta los huevos!!

xavi dijo...

Joder, que grande!!

Salud,
Xavi

Jim Garry dijo...

Gran relato! Como los de Steve Earle en Rosas de redención. Si señor, eso es estilo.

Rock on!

david dijo...

Jack Daniels, hielo y carretera sin fin. Un coctel explosivo.
En recuerdo de la voz de la experiencia, de la cadena...... del water.